Barcelona, (1917- ). J. L. Sampedro, economista,
novelista, autor teatral, poeta y académico de la lengua,
recibió desde su infancia gran variedad de influencias,
debido al origen multicultural de sus padres, que serán
claves en el devenir de su obra. Polifacético y viajero,
conjugó durante años su producción literaria con textos
de índole económica y con el desempeño de altos cargos
administrativos y académicos. Tras su exilio en Gran
Bretaña impartiendo clases en la universidad de Liverpool,
regresó a España donde, desde la década de los ochenta,
consigue disfrutar de la aceptación del gran público y del
respeto de la crítica.
INDIGNAOS
de HESSEL, STEPHANE y SAMPEDRO, JOSE LUIS
DESTINO
¡Indignaos! Ha despertado un insólito fenómeno de lectura en Francia, donde ha vendido más de un millón de ejemplares y lleva tres meses en las listas de ventas. En pocas y contundentes páginas, Stéphane Hessel invita sobre todo a los jóvenes a desperezarse y a cambiar la indiferencia por una indignación activa, por la «insurrección pacífica». Hessel logró sobrevivir a la tortura y la deportación en el campo de concentración de Buchenwald y, en 1948, formó parte del equipo internacional redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hoy, a sus 93 años este venerable veterano de la Resistencia ha contagiado su mensaje de esperanza y de rebeldía a millones de lectores a los que invita a «no claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia», porque «ya es hora de que la preocupación por la ética, por la justicia, por el equilibro duradero prevalezcan».
José Luis Sampedro une sus refl exiones a las de Hessel, con un texto exclusivo para la edición española.
Para Stéphane Hessel «el motivo fundamental de la Resistencia fue la indignación». Es cierto que las razones para indignarse del mundo actual pueden parecer menos nítidas que en tiempos del nazismo. Pero «buscad y encontraréis»: la creciente distancia entre los muy ricos y los muy pobres, el estado del planeta, el tratamiento a los inmigrantes y los gitanos, la carrera del «siempre más», de la competitividad, la dictadura de los mercados financieros e incluso la liquidación de aquello que consiguió la Resistencia -jubilación, Seguridad Social...-. Para ser efi caz es necesario, hoy igual que ayer, actuar en red: Attac, Amnistía, la Federación Internacional de Derechos Humanos... son la demostración. En consecuencia, podemos creer a Stéphane Hessel y pisarle los talones cuando apela a una «insurrección pacífica».
Un auténtico manifiesto, con proclamas breves, contundentes y de valor universal, que llegan a amplios sectores de nuestra sociedad.
«Los gobiernos, por defi nición, no tienen conciencia.» Albert Camus, Témoins n.º 5, primavera de 1954
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