Su tercera faceta es, sin duda, la meditativa y religiosa. El tono trascendente y penitencial adquiere una enorme presencia a lo largo de toda su obra, y del encuentro de elementos tan dispares (la tradición y la novedad, las bromas y las veras, lo sagrado y lo profano, podríamos decir o, como veremos después, la fe y el nihilismo) emanará, en síntesis, la, para algunos, poesía mayor del siglo XX; «una intensa atracción por la belleza junto a una igualmente intensa fascinación por la fealdad, la cual contrasta con ella y acaba destruyéndola», afirmó en uno de sus ensayos. Damaso López García traza muy bien una síntesis de estos llamativos contrastes en su introducción a Inventos de la liebre de marzo, recopilación de los primeros poemas de Eliot, aparecida tras fallecer éste.
"Tiempo presente y tiempo pasado
se hallan quizá presentes en el tiempo futuro
y el tiempo futuro dentro del tiempo pasado.
Si todo tiempo es eternamente presente
todo tiempo es irredimible.
Lo que pudo haber sido es mera abstracción
quedando como eterna posibilidad
solamente en el mundo de la especulación.
Lo que pudo haber sido y lo que fue
apuntan a un solo fin, que está siempre presente."
El historiador literario Hugh Haughton, de la Universidad de York, recibió en 2006 el encargo de la editorial Faber de trabajar en la abundante correspondencia del poeta y Premio Nobel. Hasta ahora sólo se ha publicado un volumen de sus cartas, correspondiente a los años 1898-1921, en una edición al cuidado de su viuda, Valerie Eliot. Durante años, ésta ha sido una celosa guardiana de la correspondencia y otros documentos del autor de Cuatro cuartetos, para exasperación de los biógrafos y analistas de su obra.
Una de las posibles causas de las restricciones al acceso a los papeles de Eliot, puede ser el miedo a revelaciones sobre sus pretendidas tendencias homosexuales y opiniones antisemitas.
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